DESDE EL ESCRITORIO DEL PARROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

¿Ser seguidor de Jesús o no? Ésa es la pregunta. Cuando la gente encuentra a Jesús en la Biblia, él siempre se obliga a tomar una decisión. ¿Deberíamos seguirlo o vivir nuestras vidas a nuestra manera? Hoy, en el pasaje del Evangelio de este domingo, tenemos un ejemplo dramático de esta dinámica que se desarrolla ante nuestros ojos. Durante los últimos domingos, Jesús está enseñando a la multitud sobre la Eucaristía por primera vez. Él es el verdadero pan del Cielo. A diferencia de sus antepasados que comieron el pan viejo y aun así murieron, Jesús tiene un pan nuevo milagroso, el cual quiere dar a la humanidad: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.»

Aquellos en la multitud, quienes escuchaban las palabras de nuestro Señor, sabían exactamente lo que quería decir. Jesús está ofreciendo su carne y su sangre por su salud espiritual y eterna. Sorprendida, la gente comienza a “murmurar” ante esta extraña enseñanza. He aquí el momento de elección. ¿Cada uno de ellos tuvo que decidir si lo aceptaba o no? ¿Se alejan de Jesús y vuelven a vivir sus antiguas vidas como antes, o toman el riesgo de seguirlo?

Ser cristiano hoy no es diferente. Al igual que lo fue para aquellos en la multitud hace 2,000 años, tenemos que tomar una decisión. ¿Aceptamos las duras enseñanzas de Jesucristo y conformamos nuestra vida moral a él, o simplemente continuamos como queramos vivir según nuestros propios deseos y caprichos? Para la multitud en el pasaje del evangelio, lo difícil fue aceptar la Eucaristía. Nuestras cuestiones con Jesús pueden ser diferentes. ¿Podrían ser las duras enseñanzas de su Iglesia sobre el aborto y la dignidad que defendemos para cada vida humana desde la concepción hasta la muerte natural? ¿Podría ser nuestra postura invariable sobre la inmoralidad de la anticoncepción? ¿Podría ser nuestra posición tradicional sobre el matrimonio y la familia? El matrimonio es entre un hombre y una mujer hasta la muerte. Muchos de los temas candentes de hoy todavía nos obligan a preguntarnos: ¿aceptaré sus enseñanzas o no?

Mientras la multitud reflexiona sobre su decisión, observa la respuesta de Jesús. Él sabe que la gente se siente incitada a irse y tal vez incluso enojada por sus palabras, pero no cambia sus enseñanzas para adaptarse a sus deseos. Más bien, se mantiene firme e impasible. Él espera su respuesta. En este preciso momento, nos dicen, la gente entre la multitud toma su decisión:

“A partir de entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de seguirle.” Abandonaron al Señor. No estaban dispuestos a cambiar por Él. No nos equivoquemos, todos llegamos a esta encrucijada tarde otemprano en nuestra vida cristiana. Jesús obliga a tomar una decisión. Es difícil, lo sé. Nos obliga, o no, a confiar en él. Se necesita un acto de fe hacia lo desconocido. ¿Amamos a Jesucristo lo suficiente como para dejar de lado el control de nuestras vidas y ponerlo en sus manos y dejar que él dirija? Ése es el centro de la elección. Si no estamos preparados para tomar esa decisión, miremos a San Pedro. Mire cómo responde al final de la lectura del Evangelio: “Entonces Jesús dijo a los Doce: “¿Jesús preguntó a los Doce: ‘¿Quieren marcharse también ustedes?’ Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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