DESDE ELESCRITORIO DELPÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa Maria:

Como saben, en los dos últimos boletines, he estado escribiendo sobre la Misa y, en particular, sobre cómo rezamos la Misa. Use citas del Concilio Vaticano II para mostrar cómo fue el deseo del Concilio que los fieles se familiarizaran con las partes de la Misa en latín y pudieran cantarlas. Aún así, pue-den surgir algunas preguntas más, tal como la siguiente:

El Vaticano II fue hace mucho tiempo; ¿Ha abordado la Iglesia el Latín en la liturgia desde entonces?

Sí, la Iglesia ha dado orientación y directivas en varias ocasiones desde el Vaticano II. Por ejemplo, en 1994, la Con-gregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-mentos emitió Varietates Legitimae (Inculturación y la Liturgia Romana) para aclarar cómo inculturar adecuadamente la litur-gia y mostrar los límites de la inculturación en la liturgia. Y, ha habido una serie de otros pronunciamientos eclesiales sobre la liturgia. Un ejemplo de ello es el discurso de 1998 dado por el Papa Juan Pablo II a los obispos de Washington, Oregón, Idaho, Montana y Alaska con motivo de su visita Ad Limina. Si bien recomiendo leer todo este hermoso discurso, el cual es relativamente breve, destacaré algunos de los puntos que el Papa Juan Pablo II hizo, los cuales son en relación con nuestro tema. Por un lado, el Santo Padre señaló que no todos los cam-bios en la liturgia "siempre y en todas partes han ido acompa-ñados de la explicación y catequesis necesarias; como resulta-do, en algunos casos ha ocurrido un malentendido de la natura-leza misma de la liturgia, lo que ha llevado a abusos, polariza-ción y, a veces, incluso a graves escándalos". Al hablar de "participación activa" en la liturgia, el Santo Padre explicó:

Participación plena significa ciertamente que todos los miembros de la comunidad tienen que desem-peñar un papel en la liturgia; y, a este respecto, se ha logrado mucho en las parroquias y comunidades de vuestro país. Pero participación plena no significa que todos pueden hacer todo, ya que esto llevaría a clericalizar el laicado y a secularizar el sacerdocio; y esto no es lo que el Concilio pretendía. La liturgia, co-mo la Iglesia, debe ser jerárquica y polifónica, respe-tando los diversos papeles asignados por Cristo y per-mitiendo que todas las voces diferentes se fundan en un único y gran himno de alabanza.

Participación activa significa evidentemente que, con gestos, palabras, cantos y servicios, todos los miembros de la comunidad toman parte en un acto de culto, que no es en absoluto inerte o pasivo. Sin embar-go, la participación activa no excluye la pasividad acti-va del silencio, la quietud y la escucha: en realidad, la exige. Los fieles no son pasivos, por ejemplo, cuando escuchan las lecturas o la homilía, o cuando siguen las oraciones del celebrante y los cantos y la música de la liturgia. Éstas son experiencias de silencio y quietud, pero también, a su modo, son muy activas. En una cul-tura que no favorece ni fomenta la quietud meditativa, el arte de la escucha interior se aprende con mayor difi-cultad. Aquí vemos cómo la liturgia, aunque siempre debe inculturarse adecuadamente, tiene que ser también contracultural.

La participación consciente exige que toda la comunidad esté bien instruida en los misterios de la liturgia, para que la práctica del culto no degenere en una forma de ritualismo. Pero eso no significa un inten-to constante en la liturgia por hacer explícito lo implíci-to, dado que esto lleva a menudo a una verbosidad y a una informalidad extrañas al Rito romano, que acaban por restar importancia al acto de culto. Tampoco signi-fica la supresión de toda experiencia subconsciente, que es vital en una liturgia que se desarrolla mediante símbolos que hablan tanto al subconsciente como al consciente. El uso de las lenguas vernáculas ha abierto ciertamente los tesoros de la liturgia a todos los que toman parte en ella, pero no quiere decir que el latín, y en especial los cantos que se han adaptado magnífica-mente a la índole del Rito romano, tengan que abando-narse completamente. Si se ignora la experiencia sub-consciente en el culto, se crea un vacío de afecto y de-voción, y la liturgia no sólo puede llegar a ser demasia-do verbal, sino también demasiado cerebral. Pero el Rito romano se distingue, además, por su equilibrio entre la sobriedad y la riqueza de emociones: alimenta el corazón y la mente, el cuerpo y el alma.

El Papa Juan Pablo II está diciendo una serie de cosas aquí; Trataré de resumir. Por un lado, está diciendo que la Mi-sa es una combinación de participación consciente y experien-cia subconsciente. Por lo tanto, alguien podría decir: "No me gusta el latín, porque no lo entiendo". Pero el Papa está dicien-do, básicamente, que está bien si no entiendes el latín; no siem-pre deberíamos tratar de "hacer explícito lo implícito". La li-turgia nos habla incluso si no entendamos lo que se está orando o cantando explícitamente. (Y, en realidad, entendemos las partes de la Misa en latín, porque estamos muy familiarizados con ellas en la lengua vernácula). Como ejemplo del subcons-ciente tocado por el canto latino, uno podría escuchar "Sicut cervus" compuesto por Giovanni Palestrina. Lo más probable es que la mente y el alma de uno se conmuevan fácilmente. Uno puede no entender el significado de todas las palabras, pero uno se conmueve por el canto. Dios quiera, estas explica-ciones sean de ayuda. La próxima semana, pasaré a un nuevo tema. ¡Muchas bendiciones para todos ustedes a lo largo de esta nueva semana!

En Cristo,

Padre Berg

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