DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa Maria:

La celebración Navideña siempre me deja con la piel chinita. Miramos las luces brillantes que atraviesan la oscuridad, sin importar la densidad de la niebla. El olor de los árboles de hojas perenne (Pinos) impregnan el lugar mientras sus colores se mantienen reales, haciendo honor a su nombre. El banquete de comida en nuestras mesas nos hace sentir como reyes, cenando lujosamente en nuestros castillos de piedra, aunque sea en los suburbios. Estamos alegres, cantamos, reímos y algunos hasta lloramos. Extrañamos a nuestros seres queridos en esta época del año. Algo acerca de la temporada navideña toca el alma profundamente, independientemente de dónde nos encontremos en nuestra jornada de fe.

 Me atrevo a decir que la Navidad nos recuerda que estamos hechos para las relaciones; estamos hechos para el amor. Nunca olvides eso. Todos lamentamos constantemente el hecho de que la Navidad se ha comercializado. La presión que sentimos por comprar el regalo perfecto para esa persona perfecta puede sofocarnos del verdadero significado de la temporada. Sin embargo, incluso esa queja constante nos conduce a la realidad intuitiva de que sabemos que estamos hechos infinitamente para más. Y es verdad, somos más que meros consumidores; estamos hechos para la comunión. Dios sabe esto. Después de todo, él nos creó y nos diseñó. Él nos ha entrelazado íntimamente a cada uno de nosotros en el vientre de nuestra madre, como nos recordó el profeta Isaías: " El Señor me llamó antes de que yo naciera, en el vientre de mi madre pronunció mi nombre.". (Cf. Isaías 49:1)

 Tengan esto siempre en mente cuando tratemos de dar sentido a nosotros mismos, al mundo e incluso a nuestra preciosa religión. Estamos hechos para el amor. Como sacerdote católico, he tenido el privilegio de preparar almas para la muerte. Las familias me llaman para entrar en su hora más oscura. Ni una sola vez en todos mis años de sacerdocio he escuchado a alguien en su lecho de muerte lamentarse de tal o cual cosa que nunca pudieron comprar. Nunca hablan de cuantos dormitorios tienen, ni de los quilates de oro en sus brillante collares. Nunca. Siempre hablan del amor, de sus cónyuges, de sus padres, de sus hijos y lo más fundamental, hablan de su relación con Dios.

 Aquí ahora brilla la belleza de la fe cristiana. El amor mismo se encarnará. La verdad misma tomará un rostro de bebe: "En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba ante Dios en el principio. Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella. Lo que fue hecho tenía vida en ella, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único, en él todo era don amoroso y verdad."(Cf. Juan 1:1-14)  ¡Wow, se pone la piel chinita!

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

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