DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa Maria:

¡Bendito Pentecostés! De vez en cuando, publico una repetición. Este escrito estuvo en el boletín de Pentecostés en el 2018. ¡Disfrútelo!

Hoy, celebramos el cumpleaños de la Iglesia, cuando Dios en su providencia y generosidad envió al Espíritu Santo a los primeros líderes de la Iglesia y a nosotros. ¡Que el Espíritu Santo reine en nuestros corazones! Que el Paráclito, el Abogado siempre nos guíe, permanezca junto a nosotros y nos consuele. Una de mis tradiciones favoritas de Pentecostés, de la que sola-mente he oído hablar, pero que no he experimentado personal-mente, tiene lugar cada año en el Panteón de Roma. El Panteón tiene 1,890 años y es el edificio más antiguo del mundo. Origi-nalmente dedicado a los dioses ("pan" = todos y "theon" = dio-ses, en griego), se convirtió en una iglesia Católica y fue dedica-da a "Santa María y los mártires" en el siglo VII. El Panteón es un edificio circular con una abertura circular en el techo, conoci-do como "óculo". El óculo tiene 142 pies de diámetro y está si-tuado a 142 pies sobre el piso.

El Domingo de Pentecostés, la Misa se celebra en el Panteón. Después de Misa, todos los presentes tienen el don de presenciar la "pioggia degli petali di rose" o la "lluvia de pétalos de rosa". (Uno puede ver esta increíble tradición en YouTube.) Originada en el año 609, la tradición de La lluvia de pétalos de rosa se enfoca y simboliza las lenguas de fuego que descienden sobre la Santísima Madre y los apóstoles que estaban orando en el Cenáculo ante la expectativa de la venida del Espíritu Santo. San Lucas escribe en los Hechos de los Apóstoles, de la primera lectura de este domingo: "De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose enci-ma de cada uno de ellos."(Hechos 2: 3-4).

Por supuesto, la "lluvia de pétalos de rosa" no es un mi-lagro. Más bien, los bomberos romanos cargan las bolsas de pé-talos de rosa hasta el techo y los dejan caer al final de la Misa. A medida que descienden los pétalos, cubren el piso central del Panteón con una capa de pétalos de rosas aromáticas y hermosas. La lluvia de los pétalos de rosa puede no ser milagrosa, pero el hecho de que el Espíritu Santo continúe trabajando en nuestras vidas es un milagro y un regalo que queremos acoger con todo nuestro corazón. Oremos hoy para que el Espíritu Santo reine en nuestros corazones y nos ayude a vivir de acuerdo al llamado de Dios de que seamos santos. Que el Espíritu Santo nos inspire a usar los dones que Dios nos ha dado en nuestra vida cotidiana.

En el Padre, el Hijo y Espíritu Santo,

Padre Berg

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