DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María:

No sabía qué esperar cuando comenzamos a planear el Dia de Campo de Familia Parroquial. Sería nuestra primera gran reunión desde que se cerró todo por la pandemia. Muchas preguntas daban vueltas en mi mente como su párroco recién llegado. ¿Cómo respondería la gente? ¿Si asistiría alguien? ¿llovería? ¿Estaría demasiado caliente? ¡Va a ser un gran fracaso! Todas estas dudas pasaban por mi imaginación. Cuando llegué al Parque Andrews, me sorprendí. Apenas pude encontrar estacionamiento. El humo de la parrilla atendida heroicamente por nuestros Caballeros de Colón cubría el cielo. El olor de hot dogs y hamburguesas impregnaba el aire, ¡olía como el Sueño Americano! Cuando comenzamos la Santa Misa, asistieron casi 700 personas. Mientras estaba de pie en el escenario donde se instaló el altar improvisado, tenía un hermoso punto de vista. Era un mar de personas con cachuchas azules con “St. Mary’s” en letras doradas bordadas, las cuales repartimos como regalos a la parroquia. Mi corazón explotó de alegría. Pensé entre mi: “Estos son mis hermanos y hermanas en Cristo”.

Ser un cristiano fiel no es fácil en nuestra época. La próxima vez que estés en el trabajo, mira a tu alrededor. ¿Cuántos seguidores de Jesucristo hay en el cuarto contigo? Lo más probable es que estés en la minoría. La cultura tolera una forma de fe vivida “cristiana ligera”. Si proclamas que sostienes las antiguas enseñanzas de la Iglesia sobre la dignidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural o la visión tradicional de la moralidad sexual, se te considera un fanático religioso rígido y anticuado. O lo peor de todo, te llaman intolerante. Es casi más fácil estar de acuerdo con la cultura y no luchar por Cristo y su Iglesia. Después de todo, podemos ganar más amigos de esa manera. Lo entiendo, nadie quiere ser un leproso social. Todos deseamos ser amados y aceptados. "¿Algo de esto vale la pena?" Pregunté en mi homilía la semana pasada durante las Misas dominicales. ¿Vale la pena entregar nuestra vida a Cristo frente a la tormenta que puede causar? Ser cristiano demandará todo de nosotros. Jesús nos pide que cambiemos nuestra vida para ajustarnos a sus leyes y enseñanzas. Las primeras palabras de Jesús registradas en la Biblia son "metanoia", que significa "arrepentirse". Él nos dice que cambiemos por completo la dirección de nuestras vidas de pecado y egoísmo, si queremos ser dignos de él. Esto mis amigos, este cambio del que habla Jesús, siempre será doloroso porque requiere que yo mate mi ego.

Vivir las enseñanzas de Jesús a veces puede hacernos sentir solos. Esta es una de las principales razones por las que quería tener un evento de familia parroquial. Yo quería que todos vieran que, aunque seamos una minoría, no estamos solos. Nos tenemos unos a otros, tenemos a los santos en el cielo y, lo más importante, tenemos a Dios. San Pablo, el autor de la Segunda Lectura que escuchamos en la Misa de hoy entendió esta realidad mejor que la mayoría. El escribe: Recuerda siempre que Jesucristo, descendiente de David, resucitó de entre los muertos… Por este Evangelio sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo sobrellevo todo por amor a los elegidos, para que ellos también alcancen en Cristo Jesús la salvación, y con ella, la gloria eterna. Es verdad lo que decimos: “Si morimos con él, viviremos con él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; si le somos infieles, él permanece fiel, porque no puede contradecirse a sí mismo”.

Si le preguntáramos a San Pablo, ¿vale la pena ser un cristiano fiel? ¿Qué cree que el diría?

En Cristo,

Padre Brian J. Soliven

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