DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Queridos Feligreses de Santa María,

            En el Evangelio de este Cuarto Domingo, vemos un gran cambio en las reacciones de la gente hacia Nuestro Señor.  El domingo pasado, estaban muy complacidos con Jesús, cuando leyó el Libro del Profeta Isaías y dijo que el pasaje de las Escrituras se estaba cumpliendo en su audiencia. En el Evangelio de este domingo, el pueblo trató de arrojar a Nuestro Señor por un precipicio.  La gente estaba furiosa con Jesús porque él estaba diciendo que todas las personas de todos los ámbitos de la vida y de todas las naciones recibirán su mensaje salvador. Jesús sería un Salvador no sólo para los judíos, sino para todos los pueblos. Tal vez pensaron que eran el pueblo elegido, y debido a eso, eran especiales.  Pero Jesús estaba tratando de ampliar sus horizontes. La gente en la sinagoga creía que Jesús estaba siendo blasfemo porque se identificaba con Elías y Eliseo.  Por estas razones, querían arrojar a Jesús en el precipicio fuera de la ciudad.

Para sus oyentes, Jesús era a menudo un signo de contradicción. Vino a "traer buenas nuevas a los pobres", sin embargo, comía con los ricos. Reprendía a sus discípulos por ser ambiciosos y llamaba a los ricos y poderosos a servir a los pobres y desamparados.  En otras palabras, Jesús siempre estaba tratando de hacer que sus oyentes tomaran en cuenta su vida en este mundo a vista de su destino.   Él quería que vivieran para el reino de los cielos.  Una cualidad fundamental del sacerdocio de Jesús era motivar a la gente, a través de sus palabras y acciones, a considerar su destino, a realizar la dignidad a la que habían sido llamados y a ser signo de contradicción en este mundo.

El sacerdocio célibe y la vida consagrada son vocaciones los cuales son signos para las personas en esta vida de cómo serán las cosas en la próxima vida. Una forma en la que un sacerdote o una persona consagrada es muestra que apunta al cielo, al menos en la Iglesia Católica Romana, es a través de la vida del celibato, porque en el cielo, no hay matrimonio. En el Evangelio de Mateo (Mt 22:30), Jesús dice que en el cielo no hay matrimonio. Esto no significa que el amor conyugal termine en el cielo.  Más bien, significa que no hay matrimonio en el cielo de la manera en que lo hay aquí en la tierra. Una razón por la que no hay matrimonio en el cielo es porque no hay muerte. Por lo tanto, no hay necesidad de reponer la raza humana. Otra razón por la que no hay matrimonio en el cielo es que la necesidad humana que tenemos de intimidad se satisface por Dios en la visión beatífica.

En su "Teología del Cuerpo", el Papa Juan Pablo II habló del "significado conyugal del cuerpo". San Juan Pablo II dijo que Dios ha puesto en cada uno de nosotros la inclinación a vivir con y para el otro.  En esta vida, generalmente, el significado conyugal del cuerpo se vive en el matrimonio o en la vida consagrada (vida religiosa y sacerdocio). Básicamente, sin embargo, este significado conyugal del cuerpo es una expresión de ese anhelo que cada uno de nosotros tenemos estar unido eternamente con Dios en el cielo.

Por lo tanto, aquellos que viven el celibato consagrado son una señal para todo el pueblo de Dios de cómo nos relacionaremos con Dios y entre nosotros en el cielo. 

El sacerdocio célibe y la vida consagrada no sólo apuntan al reino de los cielos, sino que también apuntan a Jesucristo porque El mismo eligió vivir en virginidad para el reino de los cielos. Por lo tanto, el sacerdocio célibe y la vida consagrada son valorados porque Jesús eligió vivir de esta manera él mismo.  El célibe consagrado elige moldear su vida de una manera muy concreta sobre el celibato o la virginidad de Jesús. Él o ella toma la decisión de seguir el llamado de Dios al celibato con un entendimiento muy concreto de lo que él o ella está eligiendo. Él o ella necesita cultivar un amor muy profundo por Cristo a quien está eligiendo seguir. Al mismo tiempo, él o ella tienen un profundo en entendimiento y una profunda apreciación de lo que no están eligiendo. En otras palabras, el matrimonio se valora mucho.  Tendrías que cuestionar a aquel que siente llamado al celibato, a quien no aprecia el matrimonio o que nunca ha considerado elegir la vida matrimonial. Somos muy bendecidos en nuestra parroquia al tener dos sacerdotes y tres hermanas religiosas (las hermanas Adriana, Grecy y Laura) al ser señales que apuntan al cielo y a Jesucristo.      

¿Qué tiene que ver todo esto conmigo uno podría preguntarse?  ¡La respuesta es todo!   Si queremos llegar al cielo, es bueno tener un recordatorio concreto en este mundo que señale nuestro destino y señale a Jesucristo, nuestro Salvador. Necesitamos señales todo el tiempo. Es posible que recordemos detenernos en una intersección a la que le faltaba una señal de alto, pero de también, podríamos no hacerlo.  ¿Y qué pasaría?  Nos estrellaríamos. Por lo tanto, el sacerdocio célibe y la vida consagrada son buenos recordatorios para nosotros para nuestro destino.  Por favor, únanse a mí en oración por más vocaciones sacerdotales y a la vida religiosa.   ¡Dios sabe, los necesitamos!  

En Cristo Jesús,

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