DESDE ELESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa Maria:

Durante los próximos ocho días, celebraremos la "Octava Pascual". La Iglesia nos da este tiempo especial porque el gozo de la Resurrección es demasiado grande pa-ra contenerlo a solo un día. Es como si la Iglesia quisiera darnos más tiempo para saborear realmente el increíble don de Dios al resucitar a Jesús de entre los muertos. (Es signi-ficativo que los 50 días de la temporada de Pascua sea más tiempo que los 40 días de Cuaresma.) Cada día, durante la Octava Pascual, se nos premia con un relato diferente de los discípulos de Nuestro Señor al reunirse con Él después de que Él resucito de entre los muertos. Uno de mis favoritos es el encuentro entre Jesús y los dos discípulos de Emaús en el Evangelio de Lucas. (cf Lc 24, 13-35)

Recordamos que Nuestro Señor se encontró por pri-mera vez con los hombres mientras caminaban hacia Emaús y alejándose de Jerusalén. A pesar de que van en dirección equivocada, Jesús los buscó y caminó con ellos. Esto es lo que Jesús hace. Se encuentra con nosotros en donde estemos y camina con nosotros. Nuestro Señor pre-guntó a los discípulos: "¿Qué están hablando al caminar?" Jesús debía haber sabido de lo que estaban hablando los dos hombres. Después de todo, Él es Dios. Debió haber sabido que estaban molestos, frustrados, tal vez incluso enojados. Pero Jesús dio a los discípulos la oportunidad de sacar to-dos sus sentimientos. Los animó a entregarle sus senti-mientos de frustración, miedo y tristeza.

Jesús hace lo mismo con nosotros. Cuando oramos, Él quiere que compartamos con él nuestras frustraciones, nuestras decepciones y, sí, nuestra ira ocasional. De segu-ro, Él también quiere que compartamos nuestras alegrías y nuestro agradecimiento con él. El punto es que Jesús nos encuentra dondequiera que estemos, así como Él encontró a los discípulos en el camino a Emaús. Jesús ya sabe de nues-tra soledad, nuestros miedos, nuestras inseguridades, nues-tras frustraciones y nuestros momentos de gozo. Pero quie-re que le hablemos de nuestros sentimientos de todas mane-ras. Porque al decírselos al Señor, los podemos manejar mejor--- con su ayuda, por supuesto. Así que Jesús nos es-pera pacientemente a que lleguemos a Él. Anhela que aceptemos su invitación para caminar junto a él.

Después de que Jesús les explicó las Escrituras a los hombres, invitaron a Jesús a comer con ellos. Los discípu-los de Emaús querían permanecer en presencia de Jesús. Y cuando Jesús tomó el pan, lo bendijo y lo partió, se abrieron los ojos de los discípulos. Después de que Jesús desapareció de su vista, se dijeron el uno al otro: "¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras él nos hablaba en el camino y abría las Escrituras?" Es en este punto de la historia que se encendió una luz para los discípulos. Antes tenían la información, pero no entendían del todo el significado. Jesús les había dicho: "¿No era necesario que Cristo sufriera estas cosas y entrara en su gloria?" Los dis-cípulos necesitaban ver que el amor y el sufrimiento van juntos, y que la expresión suprema de amor y sufrimiento se puede encontrar en la Cruz, en Jerusalén. Jesús ayudó a los hombres a ver esto celebrando la Eucaristía. Después de ver esto, los hombres regresaron a Jerusalén. En otras palabras, retrocedieron su curso y siguieron el camino co-rrecto. Regresaron a Jerusalén, donde el amor y el sufri-miento van juntos y son fructíferos.

¡Una muy bendita Pascua para todos!

En el Señor Resucitado,

Padre Berg

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