DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa Maria:

Este domingo, 20 de junio, es el Día del Padre cuando honramos a nuestros padres vivos y difuntos. La bendición para los padres en el "Libro de Bendiciones" para el Día del Padre es la siguiente:

Dios Padre nuestro, en tu sabiduría y amor hiciste todas las cosas. Bendice a estos hombres, para que sean forta-lecidos como padres cristianos. Que brille el ejemplo de su fe y amor. Concede que nosotros, sus hijos e hijas, podamos honrarlos siempre con un espíritu de profundo respeto. Concédelo a través de Cristo nuestro Señor.

Es apropiado orar por nuestros padres realmente cualquier día del año, ya sea que hayan fallecido o estén vivos, aunque pense-mos que son, o fueron, muy buenos padres o si sentimos que son, o no, tan buenos padres. Tal vez, especialmente si el padre de uno fuese imperfecto, sería aún más importante orar por él.

Mi padre murió hace diez años, a la edad de 92 años, el 13 de junio de 2011. Fui bendecido con un padre increíble. ¿Qué lo hizo increíble en mi mente? Muchas cosas, supongo. Algo que me gustaba de él es que cuando yo era pequeño, podía hacerle cualquier pregunta que se me ocurría y él tenía la res-puesta. Recuerdo que mi padre me motivaba a que fuera un buen chico y más tarde un joven santo. Me hizo bien ver la forma en que mi padre amaba a mi madre. Era evidente que amaba a mi madre con todo su corazón, la respetaba profundamente y estaba completamente dedicado a ella. Cuando quería algún consejo sobre una determinada decisión que tenía que tomar, podía pedir-le consejo a mi padre. Recuerdo que cuando le dije por primera vez a mi padre que estaba considerando el llamado al sacerdocio, se sorprendió mucho. Incluso puede ser que se haya decepciona-do un poco, porque, en ese momento, yo estaba trabajando con él en la dirección del personal del negocio de agroindustria que él había fundado en el 1951. Proseguir una vocación al sacerdocio significaba que mi padre y yo ya no estaríamos trabajando uno al lado del otro haciendo algo que ambos amábamos. Aún así, mi padre me animó y me apoyó en mis estudios como seminarista y a lo largo de los años en mis diversas asignaciones sacerdotales.

Mi padre trabajó arduamente para mantener a su familia de doce hijos. Sacrificó pasatiempos e intereses para que todos tuviéramos alimento, para vestirnos, educarnos, para darnos un techo y educación. Nos llevó a vacaciones maravillosas y de alguna manera hizo posible que todos nosotros fuéramos a la universidad. Sin embargo, aunque era muy trabajador y un hom-bre práctico, también era muy espiritual.

A pesar de que mi madre era quizás más espiritual por naturale-za, mi padre era claramente el líder espiritual de la familia. Mi padre me enseñó mucho acerca de ser un padre espiritual.

La "Bendición de los Padres" menciona que los hijos e hijas debemos honrar a nuestros padres "con un espíritu de pro-fundo respeto". Creo que puedo honrar a mi padre con profundo respeto, viviendo y amando la forma en que lo hizo. Estoy agradecido de que mi padre me enseñó cómo ser un hombre y cómo ser un padre. También me enseñó cómo ser un hijo, especial-mente un hijo de Nuestro Señor Jesucristo. Aunque Él no era un padre biológico o adoptivo de la manera normal, Jesús era y es un padre. Sin duda, Él es un Hijo del Padre Divino en el Espíritu Santo. Pero Él también es un padre para todos aquellos que vienen a Él. Jesús es nuestro Padre Espiritual que nos sana y nos ama sin importar lo que pase. Algunos tienen o tuvieron un padre bastante imperfecto. Si así es, sepan que pueden con-fiar en la paternidad de Jesús y a la paternidad del Padre celes-tial. Todos nosotros debemos aprender a confiar en la paterni-dad de Dios, ya sea al Hijo o al Padre, o en ambos. Esa es una buena lección para cualquier hijo o hija.

En Cristo,

Padre Berg

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