DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

¡Miren! Las cuatro velas de la Corona de Adviento están encendidas. Ya casi se completan las cuatro semanas de Adviento. Ahora comenzamos el puente entre el Adviento y la Navidad. Pronto nuestra iglesia estará adornada con llamativas luces, frescos árboles navideños adornarán el santuario y flores rojas se desbordarán como un hermoso ejército de pétalos. Nuestros cinco sentidos nos dirán que algo grandioso está por suceder: ¡Dios está por “nacer”! Sí, Dios viene. San Pablo en la Segunda Lectura nos recuerda el drama que está a punto de suceder. El Mesías largamente prometido, “que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad … entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo”. (Cf. Rom 1,1-7).

 La pregunta ahora ante nosotros: "¿Cómo responderás al nacimiento de Jesús?" La respuesta es simple pero desafiante. La respuesta es dulce pero también amarga. Debemos ser obedientes. Sí, la horrible palabra "o". Obediencia. No nos gusta esa palabra en el mundo moderno, el cual defiende la libertad como objetivo final. Siempre veo esto cuando trato de compartir la fe católica con otras personas. La resistencia es siempre la misma. Recientemente, en las redes sociales, donde publico eventos y noticias de la parroquia, un viejo amigo del sexto grado hizo un comentario debajo de una imagen que compartí de las personas reunidas por millones en el santuario de Nuestra Señora de Guadulpe en la Ciudad de México. La imagen de los fieles era tremenda e inspiradora. Escribió sarcásticamente: “¡Son obedientes! Buenos seguidores. Sin argumentos/sin preguntas. Lo que quieres es un servidor. ¡Perfecto!" Después de leer su comentario, mi reacción gutural fue responderle de la misma manera, abrumarle con mi propio sarcasmo y menospreciarlo con mi intelecto imponente.

 Por suerte, recordé las palabras de San Pedro, “mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. (Cf. 1 Pedro 1:22). Ese verso siempre me detiene de mi comportamiento idiota. En cambio, simplemente señalé la belleza del estilo de vida cristiana. Para nosotros, la obediencia es una virtud. Mire el asombroso testimonio de San José en el evangelio de hoy. Cuando se entera de que María está embarazada del Niño Jesús, trata de separarse discretamente de ella para no “exponerla a la vergüenza”. Entonces, de repente, en un sueño, un ángel del Señor se le aparece y le dice: “no temas recibir a María tu esposa en tu casa”. ¿Cómo respondió San José? Él respondió con la palabra "o". Obediencia. Tú y yo estamos llamados a hacer lo mismo con nuestras vidas.  Queridos hermanos, si queremos ser santos, si queremos ser discípulos según el corazón de nuestro Señor, si queremos arder con el mismo “Espíritu de santidad” transformador, primero debemos ser obedientes a la voluntad de Dios. Sé que esta no es una forma popular de vivir en nuestra cultura moderna, pero a quién le importa. No quiero seguir la corriente de la multitud. Quiero ser un rebelde.

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

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