DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María:

El día de Pascua siempre trae una avalancha de recuerdos. Cuando yo era joven, ir a la Misa del Domingo de Resurrección no era negociable, aunque en ese momento mi familia era supuestamente católica. Viniendo de origen filipino, la gran mayoría de nosotros que conocen somos católicos, o al menos culturalmente. Teníamos que ir a Misa, sin ninguna excusa. Sin embargo, como un niño de apenas ocho años, el Domingo de Pascua me parecía tortuosamente largo. Yo era uno de esos niños que no podía estar quieto, sin importar cuánto yo lo intentara. Mi mamá siempre me preguntaba si tenía “hormigas en los pantalones”. Ella me pellizcaba discretamente como un ninja, cuando comenzaba a avergonzarla.

Ahora todo ha cambiado. No puedo vivir sin la Santa Misa. La clave para vivir nuestra fe católica, con la pasión de mil soles, es recibir con brazos abiertos la centralidad de la persona en el centro de cada celebración. No soy yo, como el sacerdote. ¡Es Jesucristo Resucitado! Contemplar que en cada Misa, los grandes misterios de la fe cristiana se despliegan en todo su esplendor ante nuestros propios ojos. Jesús se hace sustancialmente presente. El mismo Jesús que murió, resucitó y ahora está sentado a la derecha de nuestro Padre Celestial, viene a nosotros una y otra vez. Cada Domingo de Pascua, renovamos el compromiso de nuestro propio bautismo para volver a encender la llama del amor que a veces puede enfriarse con el tiempo. La fe cristiana es como un fuego que necesita atención constante, de lo contrario se apagará lentamente hasta convertirse en carbones chamuscados sin vida.

Una vida vivida en Cristo, es la vida más verdadera. Sin él, somos esclavos de los caprichos y cambios de nuestras circunstancias. Sin él mi valor depende de la aprobación y afirmación de los demás. Sin él, la misma muerte me devorará, no importa cuántas verduras coma. ¡Ya no! Jesús resucitado lo cambia todo. Si Jesús está vivo, como los cristianos afirmamos con alegría, significa que Jesús es realmente quien dijo ser: Dios carne. Las palabras que le dijo a Marta en el Evangelio de Juan durante el infame relato de la muerte de su hermano Lázaro, de pronto adquieren un nuevo poder: “Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella contestó: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al Mundo.» (cf. Juan 11, 25-27).

Y ahora les pregunto mis queridos cristianos, el mismo cristiano le preguntó a Marta: “¿Creen esto?” ¿Si lo creen? ¿Creen que Jesucristo es el Hijo de Dios? ¿Creen que ha resucitado de entre los muertos? ¿Creen que nos ha abierto las puertas del Cielo al derramar su preciosa sangre sobre la cruz? ¿Creen que nos uniremos a Él en el Cielo, mientras permanezcamos fieles a sus mandamientos, incluso si el mundo se burla de nosotros por nuestro amor? La forma en que respondamos estas críticas preguntas cambiará la forma en que vivimos el Domingo de Resurrección.

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

Previous
Previous

FROM THE PASTOR’S DESK

Next
Next

FROM THE PASTOR’S DESK