Desde El Escritorio del Párroco

Estimados Feligreses de Santa Maria:

Hace un par de años, atribuí lo siguiente al boletín mensual del Consejo 4901 de los Caballeros de Colón, para el cual me siento honrado de servir como capellán. Pensé que también podría compartirlo con ustedes.  Desde que tengo uso de razón, he querido montar, conducir u operar cosas con ruedas.  Cuando tenía 8 o 9 años, anhelaba una bicicleta tipo stingray de cinco velocidades.   Cuando me regalaron una, la monté y conduje por todo nuestro patio y por el campo, donde crecí con mi familia en los campos y huertos del condado de Sutter.  A medida que crecía a ser un adolescente, le rogué a mi padre que me dejara conducir tractor en los surcos en el vivero, el cual el fundo y corrió durante cinco décadas.  Quería un descanso del arduo trabajo que era estar en manos y rodillas en los surcos del vivero quitando el zacate y "desahijando", el cual es el término que se usa para describir quitar las extremidades inferiores de un árbol joven.  Finalmente, cuando obtuve mi licencia para conducir un carro a la edad de 16 años, mi padre me permitió subirme en un tractor.  Conduje de todo, desde una máquina para todo, que levantaba árboles de invernadero hasta un tractor tipo rastreador "carapila" la que disqueaba en el campo abierto. El verano después de mi último año de escuela secundaria, obtuve mi licencia clase A para poder conducir camiones semi y entregar los árboles durante el invierno a los clientes en California, Oregon, Washington y Colorado.  Entregué árboles durante mis años en el colegio en la temporada de cosecha de árboles que se extendía de diciembre a abril.  Afortunadamente, asistí a una universidad donde teníamos un descanso de seis semanas en Navidad, así que podía conducir el camión.  No me cansaba de conducir el camión.  Cuando estaba en la escuela de posgrado en Cal Poly, San Luis Obispo, estudiando para una maestría, MBA, conduje un camión de tomate durante dos veranos.  Era buen dinero para un joven de veinte tantos años.

Conduciendo para viveros Sierra Gold. En una parada de camiones en Utah en 1983

Conduciendo para viveros Sierra Gold. En una parada de camiones en Utah en 1983

Aun así, siempre quise conducir a través del país, así que cuando tenía 27 años, conduje durante la mayor parte del año para JB Hunt Transportation con sede en Lowell, Arkansas.  Aunque empezaría desde una terminal de JB Hunt en Los Ángeles, normalmente mi primera carga me llevaba de vuelta al este.  Luego, durante tres semanas estaría acarreando entre ciudades al este del Río Misisipi, donde la mayoría de las ciudades están amontonadas.  Al final de tres semanas, recibía una carga que me llevara de vuelta a Los Ángeles, donde tendría un día libre por cada semana que estaba fuera.  Me encantó.  Me dio la oportunidad de ver el país, aunque haya sido desde el punto de vista elevado de un tractor-remolque y la navegación suave de la autopista.  En ocho meses de 1988, conduje unas 90,000 millas a través de 46 estados, con excepción de las Dakota y obviamente Alaska y Hawái.  Conducía 500 millas en un día típico de trabajo y de 2,500 a 3,000 millas a la semana.   Acarreaba cualquier cosa que se pudiera pensar que no necesitara refrigeración: juguetes desde Los Ángeles a un centro de distribución de Walmart en Bentonville, Arkansas, ropa desde el Bronx, Nueva York hasta el astillero naval en Jacksonville, Florida, cintas de video desde Los Ángeles a Chicago, vasos desechables de Sacramento a Spokane, Washington, y papas desde Clovis, Nuevo México a Springdale, Arkansas.  Para ese viaje de papas, tuve que tomar carreteras a través de Texas y Oklahoma, ya que mi camión estaba sobrecargado por 10,000 libras y quería evitar las básculas de camiones en la autopista.   JB Hunt era, y sigue siendo, me imagino, en su mayor parte, una compañía de camiones de "ruta irregular", lo que significa que conduces de punto A a B a C a D, y así sucesivamente.  Por lo general, el conductor del camión de ruta irregular no está conduciendo de un lado a otro entre las mismas dos ciudades. Esto hacia la vida interesante, por decir lo menos, y me dio la oportunidad de visitar a familiares y amigos en todo el país.

Acarreando tomates para la    compañía Morning Star en 1985 

Acarreando tomates para la    compañía Morning Star en 1985 

  Los domingos, a veces era un reto encontrar una iglesia católica donde pudiera asistir a Misa (especialmente en los estados del sur conocidos como el "Cinturón Bíblico"). Mucho antes de internet y el GPS, hacia mi camión a un lado y buscaba un directorio telefónico en una cabina telefónica (¿recuerdan esos?) y buscaba la iglesia Católica más cercana en las páginas amarillas.  Estacionar el camión también era un reto. A veces, tenía que despegar y dejar el remolque para poder conducir el camión a la iglesia.  En cualquier caso, no recuerdo haber faltado a Misa en todo el tiempo que conduje a través del país.  Las largas horas en el camión me dieron la oportunidad de escuchar libros en cinta sobre la fe católica.  También escuché novelas y cuentos.  Sin duda, también escuchaba juegos de balón y programas de noticias.  Y rezaba el Rosario al menos una vez al día.  No era particularmente piadoso en ese momento de mi vida, pero la oración diaria y la Misa dominical proporcionaban una buena estructura en un trabajo donde cada día traía nuevas experiencias.  

Mi Madre y yo en 1988

Mi Madre y yo en 1988

Cuando miro hacia atrás en esa experiencia de conducir camiones de campo, me sorprende mirar cómo no era tan diferente a esta vida.  Estamos en una jornada.  La jornada de nuestra vida está llena de giros y vueltas y nos damos cuenta de que no es lo único que hay.  Sabemos que la vida eterna nos espera. Y, para estar bien preparados para la vida venidera, necesitamos ser alimentados en el viaje.  Hermanos y hermanas, este tiempo de Cuaresma es un momento para comprometernos a crecer en nuestra fe y virtud. Los animo a volver a comprometerse a asistir a la Misa dominical, en persona si es posible, pero al menos virtualmente. Si ya asiste a Misa dominical, y está disponible en las mañanas de lunes a viernes, ¿por qué no asistir a Misa diaria? Retese usted mismo a ser alimentados por una buena lectura espiritual o un buen podcast o un video en Formed.org.  Aproveche el sacramento de la confesión con frecuencia.  Sobre todo, a que crezcamos en nuestra relación con Jesucristo, que murió por nosotros y resucito de entre los muertos y que nos ama más allá de cualquier cosa.

En Cristo Jesús,

Padre Berg

Previous
Previous

From the Pastor’s Desk

Next
Next

FROM THE PASTOR’S DESK