DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María:

En nuestra cultura moderna valoramos el control.  Está entrelazado en el ADN mismo de la historia de nuestra nación, fundado en una rebelión contra un poder colonial a un océano de distancia. La persona humana está dotada de "derechos inalienables" desde arriba, libre de presiones externas e injustas a "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". (Cfr. Declaración de Independencia). Podría decirse que este espíritu fundador ha producido el país más próspero, rico y fuerte que jamás haya existido. Decenas de millones han venido aquí en nuestra relativamente corta historia como nación, para realizar el sueño que nuestros países de origen nunca podrían darnos, entre ellos mi familia filipina.

 La vida aquí nos da un hermoso control sobre cómo vivir mejor nuestras vidas. Sin embargo, lo que nos ha dado la prosperidad histórica es precisamente lo que debemos abandonar teológicamente. El corazón del discípulo cristiano es aquel que confía ferozmente en el plan de Dios. Se nos pide que nos dejemos llevar y que pongamos nuestra confianza en las manos de nuestro Padre Celestial. Después de Su resurrección, Jesús le dice a San Pedro, el primer Papa: “En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.» (Cf. Juan 21:18). En otras palabras, si quieren ser verdaderamente cristianos, déjenme guiarles. El famoso comediante Woody Allen, probablemente lo expresó mejor: “¡Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes!”

 Una vez que aceptamos esto, finalmente podemos encontrar la verdadera libertad que todos deseamos desesperadamente. Trabajamos incansablemente a medida que avanzamos a tientas por la vida, mientras que, al mismo tiempo, nuestros oídos son sensibles a los impulsos del Espíritu Santo. Cuando Dios habla, estamos listos para actuar y ajustarnos como corresponde. Vemos perfectamente esta dinámica en la famosa historia que escuchamos en el Evangelio de este domingo, mientras los dos discípulos caminan hacia la ciudad de Emaús. Están decepcionados y abatidos porque su propio plan para Jesús no implicaba que fuera torturado y asesinado en la cruz. Todavía no entendían la gran visión de Dios. De repente, Jesús resucitado aparece y los reprende: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en Su gloria?»(Cf. Lc 24,25-26). Él revela el verdadero plan. Ahora sus ojos están abiertos y finalmente sueltan su control. Una vez que lo hacen, sus “corazones arden” con pasión. Si queremos la verdadera vida, la libertad y la felicidad, sólo podemos encontrarla dejando que Dios dirija el son.

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

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