DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

 Estimados Feligreses de Santa María:

El fin de semana pasado, nuestro equipo trabajador de formación en la fe, familiares voluntarios, las increíbles hermanas de Pro Ecclesia Sancta, el Padre Reji y yo tuvimos el gran placer de servir en el retiro de Confirmación de más de sesenta de nuestros adolescentes que serán confirmados este junio. Cuando se les preguntó a los jóvenes por qué querían recibir este Sacramento, surgió un patrón consistente entre los jóvenes: “Quiero acercarme más a Dios”. ¡Esa es la respuesta perfecta! En esa respuesta aparentemente simple, se encuentra el corazón palpitante y apasionado de la espiritualidad católica. Me atrevo a decir que esta es la respuesta la que abre el misterio de lo que significa ser un ser humano. El deseo de estar "más cerca" de Dios apunta al camino de regreso al comienzo de la creación misma. Así como Dios construye el universo, las estrellas, el mundo, la tierra, los océanos, el cielo, los animales y finalmente a ti y a mí, la Biblia nos dice que cada ser humano está hecho “a imagen y semejanza” de Dios (cf. Génesis 1 :27). En otras palabras, estamos hechos para la comunión; estamos hechos para las relaciones. Nunca olvides esta realidad más profunda de nuestra identidad. El amor es la razón por la que existimos. Dios mismo es amor, como lo revela Jesucristo. Él es una Santísima Trinidad de relación eterna del Padre que ama al Hijo, el Hijo que ama al Padre, y este amor entre ambos es el Espíritu Santo (cf. 1 Juan 4, 7).

Grabado dentro de cada uno de nosotros está el misterio de este amor trinitario. Estamos diseñados para estar “más cerca de Dios”. Nuestros corazones siempre permanecerán inquietos si no somos capaces de vivir de acuerdo con esta realidad. En el retiro, quería llevar este punto a los jóvenes. Les hice una pregunta básica: “Si quieren alcanzar la felicidad, ¿qué les estamos diciendo, como los adultos en su vida? ¿Qué mensajes están escuchando a través de las redes sociales, películas, música, escuela, etc.?” Mientras que los jóvenes levantaban la mano para compartir, yo escribía las respuestas en un pizarrón. Las respuestas fueron bastante típicas: “¡Conseguir buenas notas!”. "Una casa Grande." "Buen trabajo". Uno de los chicos gritó: "¡Conseguir una novia!" Empezaron a reírse. Después de escribir sus respuestas en el pizarrón, di un paso hacia atrás mirando todo lo que dijeron. Entonces les pregunté: "¿Nos falta algo más?" Ellos asintieron con la cabeza que no. “Ahora”, dije, haciendo una breve pausa para lograr un efecto dramático. “Levanta la mano si escuchas de todos los diferentes mensajes que recibes a diario de la cultura, que necesitas a Dios para ser feliz”. Nadie levantó la mano. Era un completo silencio.

Compare eso con las palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo. Nuestro salvador nos dice: “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud.”  (Cf. Juan 10, 9-10). Jesús está decidido aquí; no deja margen de flexibilidad. Se sostiene como el camino absoluto hacia la “pastura”. Si buscamos las respuestas a las preguntas más abrumadoras de la vida, ¿cuál es el propósito de la existencia? ¿Cuál es mi identidad más profunda? ¿Qué debo hacer para encontrar la felicidad? Jesús nos dice que él es la respuesta más perfecta.

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

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