DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

Como parte de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cada primer viernes del mes, la Adoración Eucarística comienza después de la Misa de las 8 a. m. Nuestro Señor está expuesto a la oración desde la mañana hasta la Misa en español de las 7p. Santa María se convierte en un oasis de oración profunda en medio de un mundo frenético. La foto de la portada del boletín es del viernes pasado. Cuando comenzamos, esta joven madre se arrodilló con reverencia en el último escalón que conduce al santuario. Su hijo pequeño se aferró a su suéter, apoyando su cabeza cansada en su brazo, mientras ambos oraban en silencio directamente frente a Jesús. En ese momento, volvió a mí el recuerdo de mi propia madre. Cuando yo tenía la edad de este niño, mi madre hacia algo muy parecido. Me arrastraba a la iglesia a medias de la semana para reunirme con ella en nuestra parroquia en Elk Grove. Siempre iba pateando y gritando porque ella interrumpía mi tiempo de juegos de video. Sin embargo, mamá siempre ganaba.

 Este niño pequeño, en la imagen, aún no se da cuenta, pero su madre le está dando el regalo más grande que cualquier padre puede darle a su hijo: la fe en Jesucristo. Su fiel e incansable ejemplo de oración plantará una semilla en su pequeño corazón que tiene el potencial de crecer hasta convertirse en un poderoso roble. Como escuchamos en la lectura del Evangelio de hoy de la famosa parábola de la semilla que cae en diferentes tipos de suelo. “Otros granos cayeron en terreno pedregoso” Jesus nos cuenta,… “y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta.”  (Cf. Mateo 13: 1-9). Todos los que leen este Escritorio del Pastor tienen una semilla plantada en ellos, la cual fue recibida en nuestro Bautismo. La pregunta es si permitimos que crezca. Como escuchamos a Jesús decirnos en esta parábola, sugiere claramente que solo una minoría de aquellos que reciben “la Palabra”, esta semilla metafóricamente, llegará a ser fructífera.

 ¿Cómo nos aseguramos de hacerla crecer? Este siempre será el gran reto que tenemos por delante. Nunca es simplemente una sola cosa. Más bien, la vida cristiana debe ser solo eso, una forma de vida. Tal como cualquier jardinero sabe por experiencia, si desea que un jardín produzca una cosecha abundante, se necesita más que simplemente plantar las semillas y dejarlas solas. Requieren una atención constante y amorosa. Debes arrancar las malas hierbas; ese es el cristiano que va al Sacramento de la Confesión. Debes regar las plantas; ese es el cristiano en oración diaria, leyendo y estudiando la Biblia. Debe enraizar la planta en terreno rico y nutritivo; ese es el cristiano que recibe la Sagrada Comunión en estado de gracia todos los domingos. ¡Cuando hacemos esto, Santa Maria tiene el potencial de ser el mercado de agricultores más grandioso de Vacaville!

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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