DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

En este mismo momento, ¿qué quiere Dios? Es una

pregunta extraña sobre la cual reflexionar. Cuando normalmente pensamos en Dios, naturalmente lo hacemos desde nuestra propia perspectiva y necesidad. Nos preocupamos por los tantos temas que saltan por nuestras mentes, como chimpancés en un árbol, manteniéndonos despiertos por la noche. Nos preocupamos especialmente por nuestra propia familia, nuestros hijos, nuestra salud y le pedimos a Dios que nos ayude con nuestro atolladero de problemas. Después de todo, San Pablo nos recuerda en su carta a los Fili- penses: “Por nada estéis afanosos; sino sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias......” (Cf. Filipenses 4,6). Dios está pacientemente interesado en lo que tene- mos que decir. ¿Pero qué hay de Él? ¿Qué es lo que Él, nuestro Padre Celestial, ¿desea apasionadamente en este preciso momento? ¿aquí y ahora?

La respuesta se encuentra en la desafiante lectura del Evangelio de hoy: “¿Cuál mandamiento de la ley es el mayor?” preguntó uno de los fariseos a Nuestro Señor. Bá- sicamente pregunto: ¿cuál es el deseo más importante de Dios? ¿Qué quiere de ti y de mí? De los 613 mandamientos que cada judío practicante del primer siglo tenía que seguir, ¿cuál de ellos es el más crucial? Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. (Cf. Mateo 22:37). Aquí está la respuesta a la pregunta con la cual comenzamos. Dios quiere mi corazón, mi alma y mi mente. ¡Eso es todo! En este momento, Dios simplemente me quiere.

En griego, la palabra corazón es kardia (καρδιά). Puede entenderse como la fuente de nuestras emociones y afectos. Es la idea tradicional y estereotípica de lo que pensamos del corazón. Amar a Dios con nuestra kardia significa desarrollar nuestros sentimientos y nuestro senti- do de conexión con Él. El alma se traduce de psique (ψυχή). Esto se refiere a nuestra naturaleza espiritual. El Catecismo de la Iglesia Católica define la psique como “El principio espiritual del ser humano. El alma es el sujeto de la conciencia y la libertad humana”. Esencialmente, es el núcleo más profundo el cual nos hace únicos a cada uno de nosotros. Y finalmente, Dios quiere nuestra mente. Esta palabra proviene de dianoia (διάνοια), que es simplemente la parte intelectual de nosotros mismos. Es el aspecto racional del cerebro. Dios quiere que busquemos comprenderlo, conocerlo, estudiarlo y aprender más sobre Él.

Darle a Dios nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma es lo que llamamos la totalidad de la vida cristiana. Por eso, cuando tomemos en serio nuestra fe católica y la vivamos plenamente, será la aventura más radical y noble que podamos emprender. Jesús llama este camino “angosto”: “Entren por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la ruina, y son muchos los que pasan por él. Pero ¡qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a la salvación! y qué pocos son los que lo encuentran.” (Cf. Mateo 7:13-14). Para lograrlo, debemos morir a nosotros mismos y poner a Dios en primer lugar.

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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