DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

Si buscas tranquilidad, te recomiendo que dejes de ver las noticias. Parece que cada vez que leemos un artículo, vemos un noticiero o vemos un titular, tenemos algo nuevo de qué preocuparnos. Ya sea la política, la economía, las guerras en Ucrania, Israel y Gaza, es agotador. Todo esto se suma a nuestros propios dramas personales en nuestras propias familias, como la enfermedad y las tensas relaciones interpersonales. Solamente tenemos un tanto de banda emocional. A esta ráfaga de tormentas, nos lleva a los cristianos a hacernos las preguntas importantes de la vida.

Cuando el Papa Benedicto XVI fue elegido pa- pado en 2006, inmediatamente se embarcó en un am- bicioso proyecto que se había estado gestando en su corazón y en su mente durante décadas. Deseaba escribir un libro completo sobre la vida de Jesucristo que encontramos en los Evangelios. Como intelectual de clase mundial, vio los estragos y la confusión que habían infectado la erudición bíblica moderna. Quería volver al corazón palpitante del cristianismo, es decir, a la persona de Jesucristo. Al comienzo de su libro, hizo la pregunta provocadora: "¿Qué trajo realmente Jesús, si no trajo paz al mundo, bienestar para todos y un mundo mejor?"

¿No nos lo preguntamos todos? Mira el desorden del mundo. He aquí el dolor de nuestras vidas. ¿Este Dios todopoderoso y amoroso ha permitido que ocurran las guerras? ¿Este Dios nuestro permite que nuestros seres queridos se marchiten por el cáncer? El Papa Benedicto llega al núcleo de nuestras dudas: "¿Qué trajo realmente Jesús...?" Nuestra experiencia personal nos recuerda que nuestro dolor aún persiste, independientemente de si estamos bautizados o no. "Entonces, ¿cuál es el sentido de ser cristiano?" Alguien podría preguntar lógicamente.

El Papa Benedicto responde a su propia pre- gunta con su famosa precisión alemana: "La respuesta es muy simple: Dios. Él trajo a Dios". El escándalo del cristianismo es que Dios ha entrado en nuestras tinieblas consigo mismo. Él une a nuestra humanidad quebrantada, frágil y enferma, con su divinidad. A este gran misterio lo llamamos la Encarnación. Ahora bien, sé que esta respuesta no es emocionalmente satisfactoria, especialmente cuando miramos nuestro propio dolor. Esta respuesta es más difícil de aceptar. Requiere que confíe en que Dios tiene un plan divino por razones privadas que no conozco. Él me obliga a ser humilde y a tener fe en que Él sabe lo que es mejor.

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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