DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María:

La Resurrección de Jesucristo lo cambia todo. Sobre esta sola doctrina de nuestra religión cristiana, se construye toda la estructura de 2000 años de antigüedad de la Iglesia Católica. Si Jesús todavía está muerto, entonces San Pablo tiene toda la razón: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, y vana también vuestra fe.”. (Cf. 1 Corintios 15:14). Todos deberíamos irnos a casa. Sin embargo, ¡proclamamos que la tumba está vacía! Él vive, tal como nuestro Señor nos prometió que lo haría. Eso significa que ya no estamos esclavizados a la muerte y al pecado. Este domingo, ahora conocido como Domingo de la Divina Misericordia, nos encontramos con la inmensa grandeza de Dios. No hay pecado tan atroz, tan repugnante, para que Dios no nos quiera voltear a ver.

La historia poco conocida de Rudolf Höss lo demuestra. Nació en el seno de una devota familia católica en el año 1900. Su padre, ex militar, lo creó con estrictos principios morales y disciplina. En un momento incluso iba a convertirse en sacerdote hasta que tuvo una pelea con su párroco local. De alguna manera sintió que este sacerdote había traicionado su confianza. Lo que haya pasado, estaba resentido contra la fe que una vez amó. Casi al mismo tiempo, un movimiento político arrollador estaba cobrando impulso en Alemania. Un político feroz realizaba estos mítines enormes, donde miles se reunían para escuchar a este hombre hablar sobre la gloria del pueblo alemán. Rudolf asistió a uno de estos mítines en Munich y quedó absolutamente cautivado por este político-su nombre era Adolf Hitler. Después de ese discurso, renunció a su fe católica y se unió al Partido Nazi.

Una vez en el ejército, fue reconocido como alguien con un gran potencial y subió de rango. De 1940 a 1943 estuvo asignado en Auschwitz, el campo de concentración más importante del sistema penitenciario nazi. Fue por su espantosa genialidad que se implementaron las cámaras de gas para hacer más “eficiente” la ejecución de los judíos. Cuando termino la guerra, eventualmente fue capturado y enviado a Nuremberg para ser juzgado por sus acciones. Se descubrió que este solo hombre fue responsable de la muerte de 3 millones. Después de su condena, es enviado de regreso a Polonia (donde se localizaba Auschwitz) para enfrentar la pena capital. Dijo en su autobiografía que esto lo aterrorizaba. Tenía miedo de que el pueblo polaco lo torturara a su regreso como venganza por lo que había hecho. No fue así. De hecho, dijo de la prisión polaca: “He experimentado por primera vez lo que es la bondad humana. A pesar de todo lo que ha pasado, he experimentado un trato humano que nunca podría haber esperado y que me ha avergonzado profundamente”. Reconoce lo que ha hecho y su corazón comienza a ablandarse.

Mientras está sentado en su celda esperando su ejecución, escucha a lo lejos el sonido de la campana de una iglesia. Reconoce el sonido de sus recuerdos felices cuando era niño. Inmediatamente pide a sus guardias que manden llamar a un sacerdote para que escuche su confesión. Pero, lamentablemente, no había ningún sacerdote cerca que hablara alemán. Sin embargo, recuerda al único sacerdote de habla alemana que conoció años antes en Auschwitz, quien fue una de las pocas vidas que perdonó-un sacerdote llamado Padre Vladislav Lon. Sorprendentemente, se encuentra a poca distancia en auto. Padre Vladislav viene y escucha su confesión; renueva nuevamente sus promesas bautismales que había rechazado cuando se unió al Partido Nazi. Al día siguiente el sacerdote regresa y le trae la Sagrada Comunión. Según el testimonio de los guardias de la prisión, después de recibir la Comunión, Höss cae al suelo llorando. Esta, mis hermanos y hermanas, es la Divina Misericordia que tenemos ante nosotros. La Resurrección de Jesucristo lo cambia todo.

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

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