DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

A medida que avanza la temporada de Cuaresma, preste atención a las lecturas de las Escrituras en Misa. El drama se intensifica. En el pasaje del Evangelio, encontramos a Jesús en el área del Templo en la famosa escena con el Señor, enfrentándose a los "cambistas sentados allí". A menudo, cuando pensamos en Jesús, lo vemos manso, humilde y bondadoso, lo cual es. Sin embargo, muy pocas personas imaginan a este Jesús en el Evangelio. Está furioso. Enojado. De alguna manera, es violento. Les tira las mesas a estos cambistas y los echa fuera. En el relato de Juan de este incidente, señala que Jesús incluso hizo un látigo con cuerdas y lo usó para asustarlos. A partir de este momento, los líderes judíos tuvieron suficiente. Pon- drán en marcha un cobarde complot para asesinar a Jesús. ¿Cómo podemos reconciliar este temperamento de Jesús con el que comúnmente comparten tantos?

Primero debemos entender quién es Dios. Recuerda, Dios es amor. Él nos ama con una pasión inimaginable. El amor, por definición, odia todo lo que hiere a la persona amada. Todo lo que nos duele, Dios lo desprecia, así como un padre odia lo que causa dolor a su hijo. El pecado nos destruye desde adentro. Nuestro Padre Celestial envía a Su Hijo Jesús para rectificar esta lamentable condición. El objetivo del Templo Sagrado de Jerusalén era devolver a la humanidad a la relación con Dios, pero los cambistas lo habían convertido en "una cueva de ladrones". Se convirtió en un lugar de ganancias y codicia, en lugar de un encuentro con el amor divino. Cristo ve esto, y viene a arreglar las cosas.

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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