DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

Hace unos días, fui a Elk Grove, la ciudad en la que crecí. Cuando mi familia se mudó allí en 1990, se consideraba una pequeña comunidad rural y agrícola, muy parecida a como solía ser Vacaville. La población era de apenas 17.000 habitantes. Hoy son 180.000. Desearía haber ido para una ocasión más feliz, pero lamentablemente, regresé para presidir el funeral de un viejo amigo que conocía desde el sexto grado. Perdimos el contacto después de graduarnos de la escuela secundaria, como tienden a suceder las relaciones cuando pasamos a la edad adulta. Su hermana me dijo que sucumbió a la adicción a las drogas. Fue una batalla que llevaba consigo mismo durante más de veinte años. Desafortunadamente, su corazón no podía soportar mucho. Cuando le pregunté por qué había elegido este camino destructivo, su hermana simplemente dijo: "Quería escapar". Quería dejar de sentir.

Simplemente asentí con la cabeza, entendiendo la necesidad de "escapar". En el siglo XVII, el famoso filósofo y matemático francés, Blaise Pascal, dijo conmovedoramente: "Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre para sentarse solo y en silencio en una habitación". Cuando nos sentamos en soledad y silencio, comenzarás a notar la profunda inquietud incómoda que se desata dentro de todos y cada uno de nosotros. El silencio nos obliga a enfrentarnos a nuestros demonios internos y al dolor de nuestras vidas. Todos desarrollamos diferentes formas de afrontamiento, ya sea comiendo, comprando más cosas o, como mi viejo amigo, él lidiaba con su sufrimiento con una indulgencia de drogas.

Hay una mejor manera. En el Evangelio de hoy, Jesús dice: "Así como Moisés levantó la serpien- te en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna". (Juan 3:14-15). El levantamiento de la serpiente es una referencia directa a Moisés en el Libro de Números 21:9. En ese incidente, los israelitas se quejan a Dios. Para castigarlos, Dios les envía ser- pientes venenosas para "morderlos" y "muchos murieron". Rogaron a Dios que perdonara su desconfianza. Entonces Dios instruyó a Moisés para que hiciera una estatua de bronce de las mismas serpientes y la levantara sobre una asta. Solo aquellos que lo miraron se salvaron. Jesús, se refiere a este momento al describir lo que eventualmente le sucederá en la cruz. Debemos preguntarnos, ¿qué representaba la serpiente para el pueblo israelita para comprender más profundamente a Jesús en la Cruz? Jesús vincula los dos acontecimientos. La serpiente representa su vergüenza y dolor más profundo. Por lo tanto, la cruz también representa nuestra oscuridad. Si queremos ser sanados, debemos dejar de correr; debemos dejar de intentar escapar. Ninguna cantidad de comida, abuso de drogas o de compra cosas nos traerá realmente la paz que tan desesperadamente deseamos. Solo cuando nos enfrentemos a esta vergüenza y dolor que todos tenemos, con Jesucristo en la cruz, finalmente seremos liberados.

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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