DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

En la portada de nuestro grandioso boletín parroquial se encuentra la pintura más antigua que se ha conservado de Jesús como el Buen Pastor. El arte del siglo III se encuentra en el oscuro laberinto de túneles que recorren kilómetros bajo la ciudad de la antigua Roma, donde nuestros primeros antepasados cristianos enterraron a sus seres queridos. Muestra a Jesús como a un joven, rodeado por tres borregos. Carga uno sobre sus hombros mientras alimenta a los otros dos. No es casualidad que la familia eligiera precisamente esta escena para pintarla en la tumba de sus queridos difuntos. La muerte es aterradora, confusa, complicada y absolutamente desgarradora. Por mucho que intentemos prolongar nuestra vida y deseemos que este dolor no fuera a suceder, la realidad es que nos deja sin aliento cuando finalmente llega, siempre antes de lo esperado. Por eso necesitamos a Jesucristo. El mundo necesita la Buena Nueva de la Iglesia, proclamada y vivida con audacia.

Nuestro precioso Señor nos dice en el pasaje del Evangelio de este domingo: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ove- jas.... Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre...” (cf. Juan 10,11-18). Si en verdad esto es cierto, que Jesús es el pastor, entonces debemos seguirlo. El cristiano es felizmente uno de esos borregos que escuchan la voz de Jesucristo. Una de las partes más difíciles de ser una oveja, es confiar en la voz del pastor cuando nos lleva a lugares a los que no queremos ir. El cristianismo es una reorientación total de la vida moral. Ya podemos comportarnos como el resto del mundo que no cree. El borrego fiel sigue de todo corazón los mandamientos de Dios, especialmente en los aspectos desafiantes de las enseñanzas de la Iglesia. Un converso reciente a la Iglesia dijo una vez que una prueba que le demues- tra que la Iglesia Católica es la verdadera iglesia esta- blecida por Cristo, es nuestra postura sobre la moral sexual. Si la Iglesia cambia sus enseñanzas para adaptarse a la visión moderna y siempre cambiante de la sexualidad humana, ha dejado de escuchar la voz del pastor. Si la Iglesia se mantiene firme, refuerza el origen divino de la Iglesia.

Cada desviación de las enseñanzas de Cristo tiene sus raíces en última instancia en la desconfianza. Cada vez que peco, elijo no seguirle porque creo que mi felicidad la encontraré haciendo mi propia voluntad. Es el mismo racional que usaron Adán y Eva cuando comieron del fruto del bien y del mal (cf. Génesis 2:17). Pero todos sabemos que este camino nunca conduce a la paz y la alegría más profunda que todos buscamos. Me atrevo a decir que sólo siguiendo al Buen Pastor encontraremos finalmente la verdadera plenitud. Pero para alcanzar este pasto nutri- tivo, primero debemos confiar en Jesucristo. Después de todo, él nos ha demostrado su bondad de la manera más radical y hermosa, ¿no es así? “Yo doy la vida por mis ovejas”, nos dice en (cf. Juan 10,18). Jesús muere por ti y por mí. Si él está dispuesto a hacer eso, ¿por qué debería dudar de su plan para mí?

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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