DESDE ELESCRITORIO DELPÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa Maria:

Octubre es el "Mes de Respeto por la Vida". Cada mes de octubre, la Iglesia pide que dediquemos un tiempo a reflexionar más intencionalmente sobre el don y la dignidad de cada vida, desde los más jóve-nes hasta los más ancianos. Oramos especialmente por los más vulnerables entre nosotros quienes depen-den de la protección de los demás para poder vivir. Uno piensa en un bebe antes de nacer o en una perso-na discapacitada de edad avanzada. Pensamos en los indigentes, las víctimas de trata de blancas y los en-carcelados. En cuanto a la importancia de proteger y defender a los vulnerables, durante este "Año de San José", es bueno reflexionar sobre cómo San José fue protector y defensor de la Sagrada Familia y cómo estamos llamados a imitar a San José protegiendo a los más vulnerables. En su Carta Apostólica de 2020, "Con un Corazón de Padre", (Patris Corde) el Papa Francisco escribió sobre San José:

El cielo intervino confiando en la valentía crea-dora de este hombre, que cuando llegó a Belén y no encontró un lugar donde María pudiera dar a luz, se instaló en un establo y lo arregló hasta convertirlo en un lugar lo más acogedor posible para el Hijo de Dios que venía al mundo (cf. Lc 2,6-7). Ante el peligro inminente de He-rodes, que quería matar al Niño, José fue alerta-do una vez más en un sueño para protegerlo, y en medio de la noche organizó la huida a Egipto (cf. Mt 2,13-14). (PC, 5)

Treinta y un años antes de "Con un Ccorazón de Pa-dre", en 1989, el Papa Juan Pablo II escribió "Guardián del Redentor" (Redemptoris Custos) en el cual describió todas las formas en que San José pro-tegió a Jesús, protegió a María y, por lo tanto, tam-bién continúa protegiendo a la Iglesia. Durante este Año de San José, sería bueno leer estos dos hermo-sos documentos.

Como protectores y defensores de la vida, si-guiendo el ejemplo de San José, es bueno hacer un inventario de lo que podríamos estar haciendo para proteger a los vulnerables entre nosotros. Recientemente, junto con varios seminaristas del Seminario de San Patricio en Menlo Park, oré frente a una clíni-ca de Planned Parenthood en Redwood City. Como siempre, oramos por las madres y los padres que en-tran en ese edificio y por los trabajadores que traba-jan allí. Y oramos por los niños que están por nacer para que puedan ver la luz del día. Mientras rezába-mos el Rosario pacíficamente en la acera, junto a la concurrida calle, recibimos una cantidad de comen-tarios de los transeúntes. Créanlo o no, en la mayo-ría, las reacciones fueron positivas; recibimos soni-dos positivos del claxon de los carros más a menudo que gestos negativos con las manos. Aún así, me tuve que preguntar: ¿estoy haciendo lo suficiente? Para mí, la respuesta es "No". Siempre hay más que hacer, mientras que la vida humana, en todas sus for-mas y condiciones, no sea plenamente respetada y defendida. Por ejemplo, sé que definitivamente pue-do orar más. Puedo orar para que encontremos me-jores maneras de apoyar a las mujeres vulnerables al aborto y ayudarlas para que puedan sus hijos puedan nacer. Sé que puedo orar con más fervor para que tengamos líderes civiles y políticos que estén dis-puestos a defender los derechos de los no nacidos y proteger a los nacidos que se encuentran en situacio-nes vulnerables. Sé que puedo ser más generoso con los necesitados y ser más atento al orar y ministrar a los que están en la cárcel y la prisión. ¿Y ustedes? ¿Qué pueden estar haciendo más o cómo pueden me-jorar la forma en que protegen y defienden la digni-dad de la vida humana? Los invito a reflexionar so-bre estas preguntas esta semana y luego hacer algo concreto para proteger a los más vulnerables entre nosotros.

En Cristo,

Padre Berg

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