DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

En su libro “Jesús de Nazaret, Parte II, Semana Santa”, el Papa Benedicto XVI explica que la limpieza del templo fue un punto fundamental en la decisión de las autoridades de hacer algo por Jesús. En el Evangelio de Marcos, cuando los principales sacerdotes y los escribas escucharon las palabras de nuestro Señor (“¿No está escrito: 'Mi casa, casa de oración será llamada para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones'. ” Mc 11,17), “buscaron la manera de destruirlo”. (Marcos 11:18) De hecho, dentro de una semana, Jesús estaba muerto. ¿Qué había en la limpieza del templo que hizo que las autoridades quisieran matar a Jesús? Para contestar esta pregunta, es bueno entender primero porqué Jesús hizo lo que hizo. Una de las razones por las que Jesús limpió el templo fue para mostrar quién era. En los Evangelios, vemos cómo Jesús habló con autoridad. Por ejemplo, perdonó los pecados. Calmó el viento y las olas. Expulsó demonios. Él sanó. A través de estas acciones, Jesús estaba anunciando y demostrando quién era. Estaba actuando en la persona de Dios y manifestando su autoridad sobre toda la creación. Él tiene autoridad sobre la creación porque Él es Dios, y Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo creó toda la creación. En segundo lugar, a través de la limpieza del templo, Jesús estaba instituyendo un nuevo templo. Él dijo: “Destruiré este templo que se ha corrompido y lo reemplazaré por uno nuevo”. Con sus palabras de que “en tres días levantará” el templo, Jesús quería que sus oyentes entendieran que estaría construyendo un nuevo templo. Y este nuevo templo sería su propio Cuerpo. A través de su Muerte y Resurrección, el propio Cuerpo de Jesús se convirtió en la morada sagrada de Dios. Y, muriendo y resucitando, Nuestro Señor creó el Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Y de la Iglesia recibimos la gracia de los sacramentos que no unen más entre nosotros, con la Iglesia y con Dios. En el Evangelio de Juan, Jesús dice: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. (Jn 2:19) Los líderes judíos interpretaron las acciones de Nuestro Señor como similares a lo que hicieron los peores enemigos de los israelitas en el Antiguo Testameto. Los enemigos de los israelitas destruyeron el templo físico. Y eso es lo que los líderes udíos interpretaron que Jesús dijo que iba a hacer. Era una gran amenaza para su forma de vivir y pensar. Sin embargo, al limpiar el templo de la manera que lo hizo, Jesús estaba tratando de mover a las autoridades judías a pensar de una forma nueva. En los Evangelios, Jesús dijo que el templo está destinado a ser una casa de oración. Nuestros cuerpos y almas están destinados a ser un templo donde Dios pueda morar en nosotros. Esta Cuaresma, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Es el templo de mi cuerpo un lugar donde mora Dios? ¿Es el templo de mi persona un lugar de santidad, un lugar de oración? ¿O se ha convertido mi templo en cueva de ladrones? ¿Qué fuerzas, tendencias o actitudes han llegado a mi templo? ¿Existe la codicia, el orgullo, la lujuria, la glotonería, la ira, los pecados capitales que necesitan ser desechados? Esta Cuaresma, invitemos a Jesús a nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestras mentes. Cuando entra en mi corazón y mira a su alrededor, ¿qué ve? ¿Qué tablas necesita volcar en mi vida? ¿A qué ladrones necesita echar de mi alma? ¿Cuáles son las cosas que debo llevar a Nuestro Señor en la confesión sacramental para que me purifique, me sane y me perdone? (Nuestro Servicio de Penitencia Comunal de Cuaresma es este miércoles 30 de marzo a las 7 p.m.) Al entrar en el tramo final de la Cuaresma, oremos para que Jesús pueda llevar a cabo su cirugía misericordiosa y espiritual en nosotros para que podamos convertirnos cada vez más en el lugar puro y santo de la oración, la pureza y la santidad, y donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo vivan y reinen.

En Cristo Jesús,

Padre Berg

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