DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

¿Por qué Dios permite nuestro sufrimiento? Es una pregunta que todos y cada uno de nosotros nos haremos tarde o temprano, si es que no lo hemos hecho ya. Cada vez que alguien hace una cita conmigo en mi oficina, siempre me preparo para una conversación intensa. Rara vez viene alguien a contarme cómo todo va muy bien en sus vidas. Al contrario, mi oficina puede ser una casa de lágrimas. Es similar al confesionario de la iglesia, donde se confiesan cada semana (los martes de 5:00p a las 6:30p y los sábados de 3:30p a 5:00p). Las lágrimas fluyen en ese lugar tan fácilmente como el aire fresco. Es una imagen común ver una larga fila de hermanos y hermanas con corazones rotos e incluso vidas rotas esperando pacientemente su turno. Mientras escucho su dolor, no puedo evitar rogarle a Jesús en voz baja: Señor, ayúdalos. Por favor, quítales su sufrimiento. Ellos te necesitan."

Cuando el sufrimiento nos abruma, podemos sentirnos como los discípulos de Jesús en la barca de la que escuchamos en la lectura del Evangelio de este domingo. La historia comienza cuando cruzan el traicionero Mar de Galilea. Se sabe, incluso en la actualidad, que tiene olas impredecibles. Eventualmente, los vientos fuertes y potentes pueden provocar enormes olas, haciendo que el barco se vuelque en las aguas frías y oscuras. Temiendo por sus vidas, los discípulos claman a Jesús pidiendo ayuda: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» (Cf. Marcos 4:38 38-40). Deténgase aquí. Nota usted la conclusión que ellos han hecho acerca de Jesús. En medio del oleaje violento ”, creen erróneamente que Dios los ha abandonado; que a Él no le importa. ¿Cuántos de nosotros no hemos pensado lo mismo cuando la vida nos deja sin aire en el pecho? ¿No hemos clamado todos en nuestro dolor más profundo a Dios y sin embargo no hemos escuchado nada más que un silencio devastador? Es precisamente aquí donde muchos de nosotros cometemos errores decisivos como los discípulos y pensamos que Dios nos ha abandonado. Nada puede estar más lejos de la verdad.

Volvamos a la historia del Evangelio; Jesús ahora se despierta de su siesta. Él mira la tormenta y le ordena: ““¡Cállate! ¡Cálmate!" Para su sorpresa, los vientos amainan inmediatamente y las olas cesan. Sus bocas se abrieron de asombro. Hace un segundo pensaron que iban a morir y ahora viven. Se vuelve hacia ellos y les dice: «¿Por qué son tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?» Cuando el sufrimiento de nuestras vidas se vuelve abrumador, debemos recordar este famoso relato. Jesús está tratando de decirnos una lección valiosa sobre su plan providencial para nosotros. Puede ser que no comprendamos completamente por qué permita que sucedan estas tormentas en nuestras vidas o por qué nos permite sufrir, pero una cosa es segura: Él está con nosotros en el barco. Él no nos ha olvidado. De hecho, y aún más misteriosamente, Él está sufriendo con nosotros.

Su esclavo en Cristo,

Padre Soliven

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