DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María:

La siguiente vez que esté en una iglesia católica, preste atención en dónde está construido el altar. No importa a qué iglesia entre, ya sea que esté en la jungla de Sao Paulo, Brasil, una catedral gótica en París o una parroquia de suburbio como la zona rural de Dixon, pronto notarás un patrón familiar. El altar siempre está construido sobre una plataforma elevada. La única forma de llegar es subiendo escalones. Aunque solo sea un escalón o una escalera completa, como la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, siempre hay que ascender hacia arriba. ¿Por qué?

La respuesta se encuentra en la lectura del evangelio de este domingo. Es la famosa historia de Jesús predicando lo que se conocen como las Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas cumplen las promesas que Dios le hizo a Abraham en el Libro del Génesis y sus descendientes y describen las recompensas que serán nuestras como fieles seguidores de Cristo. En otras palabras, las Bienaventuranzas son la actitud moral, interna, por las que el cristiano está llamado a usar como guía en su vida. Así es como Dios quiere que nos comportemos. El comienzo de la lectura comienza con indiferencia para nosotros como oyentes modernos. Dice: “cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles:” (Cf. Mateo 5:1). Ese pequeño detalle donde Jesús enseñó las Bienaventuranzas, en el monte, asombraría a la audiencia judía del primer siglo. Los montes en la biblia son siempre lugares de encuentro con Dios. Es donde la humanidad entra en contacto con su verdadera presencia.

Piense en Moisés en el Libro del Éxodo. ¿Dónde le da Dios los Diez Mandamientos? El capítulo 19 nos dice: “En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí.  Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte Y Moisés subió a Dios.” (Cf. Éxodo 19:1-3) Desde ese alto punto de vista, Dios le da a la humanidad el código moral que sustentaría la Civilización Occidental. No solo eso, en ese mismo monte Dios finalmente revela su verdadero nombre que los eruditos bíblicos llaman dramáticamente el Tetragrámaton. Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre. Él responde: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (Cf. Éxodo 3:14). Los cristianos lo traducimos como YHWH o Yahweh.

Los montes son donde vemos a Dios, o más bien, es donde Dios baja a nuestro encuentro. Como católicos, no hay acto más sagrado que lo que sucede en cada Misa. El sacrificio de Jesucristo se hace presente. Sobre cada altar, Jesucristo desciende cada vez con las palabras de la consagración a través de las manos de sus sacerdotes: “TomaD Y COMED TODOS DE EL, PORQUE ESTO ES mi cuerpo, QUE SERA ENTRAGADO POR VOSOTROS.” Entonces el sacerdote toma el cáliz, “TOMAD Y BEBED TODOS DE EL, PORQUE ESTE ES EL CALIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERA DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDON DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORCION MIA.” Una vez pronunciadas esas palabras, Cristo se hace presente en la Sagrada Eucaristía. ¿Ahora ves por qué solo se puede acceder al altar con escalones? Se supone que es mini monte donde Dios se encuentra nuevamente con la humanidad.

Un Siervo de Jesucristo,

Brian J. Soliven

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