DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados feligreses de Santa Maria,

            En 1999, el Cardenal Joseph Ratzinger (quien se convertiría en el Papa Benedicto XVI en 2005) escribió una de sus obras más importantes titulada “El Espíritu de la Liturgia”. (Ignatius Press, 1999) Al comienzo del libro, el Cardenal Ratzinger plantea una teoría que entiende la liturgia en términos de “juego”. Fue una teoría que se propuso por primera vez en la década de 1920 y Ratzinger señaló que tiene cierta validez comparar la liturgia con un juego.  Como una liturgia, un juego tiene sus propias reglas, establece su propio mundo y el juego se juega durante un cierto período de tiempo, pero luego concluye y se suspende el juego. Además, el Cardenal señaló que “el juego, aunque tiene un significado, no tiene un propósito y por eso mismo tiene algo de curativo, incluso liberador”. (p. 13) Continúa explicando cómo cuando participamos en juegos o deportes, salimos de nuestra vida cotidiana. Necesitamos estos tiempos de retiro.  Con todo esto, el Cardenal Ratzinger señala que hay algo de verdad en comparar la liturgia con juegos o deportes, la analogía no es suficiente. El escribe, depende de qué tipo de juego estemos jugando. Algunos juegos pueden volverse muy serios rápidamente y luego se convierten en una carga. “Ya sea que miremos el deporte moderno o los campeonatos de ajedrez o, de hecho, cualquier juego, encontramos que el juego, cuando no degenera en meras tonterías, rápidamente pasa de ser otro mundo, a un contra mundo o no-mundo, a ser un poco del mundo normal con sus propias leyes”. (pág. 14)

En contrario a los tipos de juegos en los que participan los adultos, el juego de los niños puede considerarse más cercano a la esencia de la liturgia. Cuando los niños juegan, es una especie de anticipación de la vida. Ya sea que se den cuenta o no, están ensayando para la vida más adelante, sin tener que experimentar sus cargas y gravedad (como tendemos a hacer los adultos). Comparar la liturgia con el juego de niños, nos recuerda que todos somos niños, o deberíamos ser niños, cuando se trata de la verdadera vida que todos anhelamos, que es la unión eterna con Dios en el cielo.  En otras palabras, la liturgia es un ensayo para el cielo. De este modo, la liturgia nos ayuda a redescubrir nuestra verdadera infancia. Cuando entramos en la liturgia, ya sea nuestra participación en la Misa, rezando la Liturgia de las Horas o alguna otra oración litúrgica, nos abrimos a algo más grande que está por llegar. Vivimos con la esperanza de que algún día se cumpla el anhelo de nuestro corazón. Como a menudo lo digo en las Misas de funeral, tenemos “nostalgia por cielo”. Dios nos hizo para tener este anhelo en nuestro corazón de estar eternamente unidos a él.

Como muchos de ustedes saben, ya que lo menciono de vez en cuando en mis homilías, disfruto de los deportes. Disfruto jugarlos y seguirlos como fanático. Aún así, puedo criticar en lo que se ha convertido el deporte en nuestro país. En muchos sentidos, los deportes se han convertido en una religión. Muchas personas siguen a sus equipos deportivos con más ardor, energía y fidelidad de lo que nunca seguirían a su Dios y Señor. Algunas familias se involucran tanto en los deportes de sus hijos, que se pierden la Misa dominical para ir a la práctica de fútbol, un partido de baloncesto o cualquier otra cosa.  En una semana se jugará el Super Bowl (Super Tazón). Piense en todo el dinero gastado para jugar, transmitir el juego, asistir al juego y verlo por televisión. Reflexione sobre la cantidad de dinero gastado en publicidad. Aún así, al final es solo un juego. Y, si bien el Super Bowl puede ser divertido y entretenido para los fanáticos del fútbol americano, siempre es una decepción cuando el equipo que quieres que gane, pierde.

Dios nunca nos fallará. Cuando venimos a Misa o participamos en algún otro tipo de oración litúrgica o incluso tomamos un tiempo para la oración personal, siempre es beneficioso para todos. Estamos permitiendo que Dios nos hable y Él nos escucha. Sí, ciertos tipos de oración requieren reglas, como las instrucciones para celebrar y participar correctamente en la Misa. Pero, el "juego" de estas reglas es una preparación para la vida en el cielo. Dios quiere cumplir el mayor deseo de nuestro corazón, el cual es estar con Él eternamente en el cielo. Y eso es algo muy bueno y una hermosa verdad. ¡Que tengan una bendecida semana!

En Cristo Jesús,

Padre Berg

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