DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María,

Uno de los instintos más profundos y arraigados que todos tenemos es el de sentirnos aceptados. Necesitamos un lugar para sentirnos como en casa y estar rodeados de personas que se preocupan por nosotros. Sin comunidad, sin sentido de pertenecer, sin familia, el alma humana se marchita y se acongoja. Desde una perspectiva bíblica, este deseo de ser amado no debería sorprendernos en lo más mínimo. Fuimos creados para las relaciones, como nos lo revela el famoso Libro del Génesis. Tú y yo estamos “hechos a imagen y semejanza de Dios”. (Cf. Génesis 1:27). Esta “imagen”, de la que habla, es una Santísima Trinidad de relación – Padre, Hijo y Espíritu Santo. Irónicamente, este deseo innato de simplemente "encajar" es lo que hace que nos sea difícil ser un cristiano practicante. Podrías imaginar que seguir a Jesucristo, quien nos llama a ser "pacificadores" y "amarnos los unos a los otros", nos llevaría a una existencia pacífica, pero lamentablemente no es así como funciona. Si nos esforzamos por seguir fielmente a Jesús, finalmente seremos aborrecidos por los demás porque tenemos el deber de decir verdades impopulares.

Las Escrituras bíblicas de este domingo señalan a la persecución que vendrá cuando nos pongamos del lado de Dios. Primero escuchamos del profeta Jeremías, a quien se le encomendó estar en la puerta de Benjamín en Jerusalén, la cual era una de las principales entradas a la ciudad. Predicó a la gente que dejara de violar el día de reposo trabajando en lugar de guardarlo como un día de descanso y oración. Los llamó a arrepentirse y cambiar sus vidas. Por eso, él “Yo oía el cuchicheo de la gente que decía:  'Denunciemos a Jeremías, denunciemos al profeta del terror'. Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: 'Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él'.” Rogó al pueblo que volviera a Dios con todo su corazón y alma. Como recompensa, es odiado y marginado socialmente. Prefirieron el lujo de su pecado.

Pero eso está bien. Como cristianos, no podemos comprometer ni negar ningún aspecto de las enseñanzas de la Iglesia, por difíciles y contraculturales que lo sean. Aunque seamos odiados por los hombres, nuestro Padre Celestial nos mira con compasión por nuestra fidelidad. Es la verdadera medida de nuestro amor por él. Él nos dice en el pasaje del Evangelio de hoy: “No teman a los hombres”. ¿Qué pueden hacer, después de todo? “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. (Cf. Mateo 10, 26-33). Nunca debemos dejar de proclamar el mensaje de Jesucristo desde los “tejados”, sin importar cuán impopulares nos hagan. En el corto tiempo, podemos ser rechazados, ridiculizados y que se burlen de nosotros. Que así sea. Cuando nos mantenemos fieles a las enseñanzas de nuestro Señor, él prometió que un banquete celestial espera a los que perseveren hasta el final.

Un Esclavo de Jesucristo,

Padre Brian J. Soliven

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