DESDE EL ESCRITORIO DEL PÁRROCO

Estimados Feligreses de Santa María:

Crecer católico ha sido el regalo más grande que mis padres me pudieron haber dado. Aunque no lo reconocía como un niño malcriado y necio, me dieron una base sin yo darme cuenta. Ir a Misa cada domingo me expuso al hecho de que hay algo en el universo más grande que yo. Me arraigó a una historia de 2000 años que abarca imperios, reinos y culturas. Subconscientemente susurró en mi pequeño cerebro que hay más en la vida que lo que yo veo en la superficie. O como me decía la vieja caricatura de Transformador que miraba religiosamente los sábados por la mañana, hay "más de lo que se ve".

Mi fe católica me dijo que soy más que una bestia. Soy amado, voluntariamente deseado como ser, cuyo valor brilla más que mil galaxias. Mi educación en la escuela pública no prestó atención a mi alma floreciente. A pesar de lo cariñosos que eran mis maestros, hablar de Dios era un anatema, prohibido y rechazado. Soy un mero producto de mutaciones genéticas aleatorias que de alguna manera aprendieron a caminar vertical y hablar. Soy un primate menos peludo y con un iPhone. Luego, los domingos, un rayo de sol atravesaba las nubes. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó.”, me decía (cf. Génesis 1,27). Hay más para ti que el pozo sin fin de más dinero y cosas. De hecho, más glorioso aún, se me dijo que fui creado para adorarlo a Él, quien me creó. Mi corazón deseoso que fue hecho para Él, pero ha sido tristemente infectado con una antigua enfermedad que corrompió mi propósito elevado y trascendente cuesta abajo. En lugar del banquete celestial, me conformé con migajas de pan rancias. El mundo me alejo de mi Dios. Como resultado, olvidé quién era yo. Permití que los de afuera me dijeran lo que valía.

En la cacofonía de la confusión, Dios estableció una misión de rescate para sacarme del pozo. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer…” (Cf. Gálatas 4,4). ¿Dios envió a su Hijo amado? Repito, Dios envió a su Hijo más preciado y precioso. Unió a sí mismo está débil carne humana mía y caminó entre nosotros. Como si eso no fuera suficiente, Jesús tomaría mi pesada cruz y la tuya y la llevaría hasta el Calvario mientras la multitud lo insultaba y escupía sobre su cuerpo.

Doy gracias a mis padres por este regalo de regalos. Sin ellos estaría perdido y sacudido por las implacables olas de este mundo. Pero sobre todo doy gracias a Jesús que da aún más. En cada Misa viene el mismo Jesús Resucitado. La misma Misa ritualista de expresiones y oraciones comunes, la Misa de arrodillarse y pararse, la Misa a la que nos hemos acostumbrado y tal vez incluso un poco indiferente, todavía proclama triunfalmente en cada siglo y criatura: “se han acercado a, Sion, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza.” (De la segunda lectura de este domingo)

Padre Brian J. Soliven

Previous
Previous

FROM THE PASTOR’S DESK

Next
Next

From the Pastor’s Desk